lunes, 15 de diciembre de 2008

Hacia dentro

Se ha cerrado una puerta
y me ha pillado el aliento,
casi una palabra,
casi la boca.
Se ha cerrado sin ganas,
sólo por costumbre,
siguiendo su sombra.

Todo es reacción a una misma cosa,
todo es un hábito:
dentro de cada tristeza hay una lágrima;
dentro de la herida hay dolor;
dentro del grito promesas;
en cada vida una canción.
Sé de memoria las formas
que crean tu horizonte,
y no hay gota de lluvia que no haya tocado.

He bajado las persianas,
de golpe,
para que no entren las ganas,
para que no salga mi voz.
Paredes,
libros,
puertas,
mesas,
luces,
fotos,
vitrinas,
colores,
sustancias,

calor.

Se han roto las ventanas,
no ha dejado de fluir al exterior una brisa,
casi aire,
casi viento.
No ha renovado la vida…
pero ha perfilado una duda
sin forma y con voz.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Me encanta que los planes salgan bien


Foto: El Selenita


Esta vez no hubo trabas, todo salió bien y a la primera. Ni las luces navideñas, ni las calles cortadas en el centro, ni siquiera las pocas ganas con las que partimos pudieron con la noche. Llegamos a la calle Barcelona y antes de tiempo.

Don Mario quería de una menera muy especial a su trifena: "como el prójimo que permanece enjabonado bajo la ducha / a causa de un corte imprevisto y al cabo de tres / minutos se solaza al advertir que el agua vuelve / a manar sin usura". Y anoche las canciones de Paco eran agua y yo de jabón hasta las cejas. La de tiempo que llevaba esperando un nuevo concierto. Y como todo, por fin llegó, y de qué manera, con generosidad y sin mesura. Conocimos el Barcelona8; tan acogedor, tan encantador, tan pequeño que uno tiene que pedir permiso para respirar, y eso precisamente es el encanto del local.

Las canciones de siempre resonaron con un eco nostálgico entre aquellas paredes. Otras nos sobrevolaron, las que eran inéditas hace un año, y que a fecha de hoy lo siguen siendo, pero que nos sabemos de memoria, casi podría reconocerlas al tacto, son ya tan mías... Y las nuevas (para mí) en directo como Salud, que era la segunda vez que la escuchaba en concierto, o mi nueva nueva La vida aparte, mmmmmmm. No sé ni qué decir.

Hace tiempo que no veía un concierto de Paco tan tan bonito, y creo que Alejandro Martínez y Diego Galaz tuvieron mucho que ver. A Alejandro ya le he visto muuuuchas veces en el escenario con Paco, pero a Diego no (menudo descubrimiento), y fue algo precioso, una comunión perfecta a tres.

Siempre digo que Últimamente es una canción redonda y perfecta, pero creo que hasta anoche no he tenido razón del todo. El amor es otra cosa que duele sólo a ratos, tanto... ese "tanto" que concluye Últimamente suele ser tímido y encogido, y ayer sonó desgarrado, apasionado y salió desde las tripas. Como Lara (la canción), que pareció más Lara que nunca. O Collage. O Salvar esta canción. O Adicto. O Hay días. Y así, todas juntas, fueron una delicia.
Y allí estaba yo, a diez centímetros del suelo. Preguntándome al acabar dónde coño estaba el mundo y cómo podría encontrar tierra firme. Después de los saltitos de corazón, y de las olas del violín, y de las cuerdas rotas (en singular esta vez), y de las esferas, y de las burbujas, y de las palabras con música, y de los sentidos a flor de piel. Y sobre todo después de ver a Paco, como dijo Diego Galaz, con el corazón tan cerquita de la guitarra.

Y dejo para el final el principio, porque Lara (la poeta) abrió el concierto, también estuvo, estuvo pero sin estar. Sus palabras también rebotaron de corazón en corazón hasta hacerse vida, palabras vivas y de corazón. Paco juega con las palabras de Lara en la boca, hace malabares y las acaricia con la lengua antes de soltarlas. Anoche nadie perdió el tiempo, estábamos todos tan vivos.

http://www.youtube.com/watch?v=N7k0jzzTUps

Las canciones eran agua y yo...

martes, 2 de diciembre de 2008

La línea 6 más gris que nunca

Ayer, en un vagón de la línea 6, vi la tristeza. Era rubia y llevaba tacones y una gorra gris. No dejó de llorar a lo largo de cuatro estaciones, puede que a veces sí, pero sólo a ratitos. Lloraba y se tapaba la cara, como si así, sólo con ese gesto, ocultara la pena. Lloraba y las lágrimas recorrían sus ojeras, como un río de dolor en una vía cada vez más negra. Yo miraba cara a cara a la tristeza, pero ella no veía. No veía que su gorra estaba consiguiendo de veras su propósito, nadie la miraba, sólo yo.

No dejé de imaginar de dónde nacería ese sentimiento, qué llamada perdida perturbaría su silencio, qué amor habría dejado de amarla, que manos le habrían abandonado para siempre y sin perdón. Imaginé cosas horribles, otras vanas. Estuve tentada de prestarle mi voz, pero sé que a veces ayudamos y otras invadimos. No tuve valor.
Bajó en la misma parada que yo, y sentí cómo su dolor se perdía entre el murmullo y la prisa de la gente.





Hoy, al volver al mismo lugar en el que la vi, he recordado esa mirada tapada con dirección al suelo. He sentido de nuevo sus lágrimas. Creo que no ha dejado de llorar.