martes, 26 de octubre de 2010

Las manos se entornaban furiosas arrebatando cada lámina de sudor sobre el papel, recorrían con ansia pero sin prisa cada margen. Acariciaban las líneas aún sin sombras, sin nombres, sin delitos, aún carentes, de momento, de cualquier pálpito de vida. No encontraban personaje ni escenario, no sabían del comienzo ni del susto de los acontecimientos. Peleaban por una suerte mejor, por un trozo de estante en el que amparar su futuro. No sabían si acabar con amores trágicos o con sucesos sosegados. No intuían la tragedia o el significado de la palabra tregua. No temblaban ya (por suerte) pero tampoco vivían. No hay nada peor que no saber vaciar la angustia, no poder arrojar luz a la ansiedad, no atinar a echarla por los dedos o por la boca. Rezaban a cada rato por liberar a las musas, tan cobardes desde su silencio; tan valientes encontrando cobijo en otros renglones.

De vuelva a su asilo desamparado pierden la fuerza, y buscan sus bolsillos cautivas.

Las manos se entornan furiosas cada vez con menos ansia y con más prisa.

lunes, 18 de octubre de 2010

Otras noches

cuando las sombras andan descalzas

ni el amor enciende la noche


desprotegidos los cuerpos

deambulan insomnes bajo los rezos


no existe salida ni luz ni cielo

en los cajones del miedo


hielo en los pulmones

silencio en los huesos


los bordes de la cama asimétricos

las horas de reloj ardiendo

martes, 5 de octubre de 2010

Los charcos de octubre

Se me arruga la garganta con el presentimiento de las arañas.
En los días de lluvia no desaparece el dolor por completo.
Miedos y presagios se vuelven concéntricos.

Los signos de interrogación han cerrado con candado.
Los bostezos son señales de lunes y de cansancio.
Los párpados son pequeños pellizcos de los sueños.

Y se hace intermitente el trono de mi reino.

Es octubre y pasa todo esto.