domingo, 28 de marzo de 2010

Cuando no estoy donde estoy

Estoy en el color más vivo de la oscuridad,
donde la vida encuentra una ventana para la huida
y el miedo echa el ancla en el mar de las bocas perdidas.

Podrás encontrarme en los silencios de las tormentas
y en las aguas de los ríos que se secaron
por la erosión de raros y lejanos planetas.

Me detengo en el vuelo de las luces artificiales
donde no llega el viento,
y en los ojos que se cerraron por el miedo.

Y también en la distancia más corta que hay entre dos labios
cuando un golpe interrumpe lo que pudo ser un beso.

Y en la sombra de lo que pisas,
en la vacío de las heridas,
en las mentiras que no contamos,
en la tristeza de una lágrima,
en el ruido de las cadenas,
en la frontera entre dos mundos,
en el peligro de un incendio,
en la caída de una cometa,
en el vértigo de las avispas,
en el final de una vela,
en la sentencia de un asesino,
en la esquina de la pobreza,
en la mirada de un culpable
en la rutina de una amenaza
y en la duda de las certezas.

lunes, 8 de marzo de 2010

Al Sur



Las calles se deshacen por los pasos lentos del Albaicín.

Retengo recuerdos de noches pisando las nubes
que nos traían otros sueños.

Todo era cierto pero sacado de un cuento.

Deseos o promesas. O quizá todo a la vez.

Rara vez se cruzan luna y luz...
y en Graná todo es vela encendida
y paredes pintadas sobre el color de la orilla de otro mar,
un mar de color tornado en blanco.

Y una huella desconchada de aquel poeta
que corrigió la aurora con sus persianas.


La foto que una vez prometí.

martes, 2 de marzo de 2010

Qué miedo que el sol no nos despierte, qué cierta la noche con su tiempo pausado y su promesa de luz, pero a lo lejos. Es desquiciante y a la vez tranquilizador ese silencio de la araña trepando, lenta, por la pared blanca, dejando un surco imposible a la vista que nos recuerda la falta de quietud de las horas sin luz. Porque la noche es estrella y cielo y guerra, pero sólo a veces. La oscura pasión con la que avanza, miserable la memoria, por rincones que debieran ser olvidados. Y las lentas agujas del reloj en la niebla martilleando a conciencia el sueño que llega cuando parece que aún estamos despiertos pero empezamos a entran sin darnos cuenta por la tela tejida de la araña. Y la sombra se hace grande y me envuelve y me empapa de miedo cuando la noria decide parar el lo más alto en plena tormenta. Hay sueños tan reales que deberíamos pagar por ellos, y pesadillas tan atroces como dientes arrancados de cuajo. No quiero el riesgo de la caída sin red cuando mi cuerpo quieto y reposado no espera el vértigo sino la paz. Imagino una mano fuerte y caliente y la guardo bajo la almohada, no quiero caer. Quiero amarrarme a la cama, coserme a ella, cada parte, cada trozo de cuerpo, y mantenerme inerte por un rato, sólo un rato. Después, despiértame.