jueves, 29 de abril de 2010

me siento en el filo de tus huesos
inquieta, despavorida, buscando la calma
y remiendo la mañana de este sol de madrugada
que ilumina un cielo a punto de estallar

con persianas abiertas como párpados asombrados
con ventanas sin cristales y con cartones de color
con calles de aromas dulces y sabor a canela
con luces con viento con verdades


tendremos que esperar otro silencio
para echar a andar olvidándonos del tiempo
y llenarnos los bolsillos de alimentos
por si nos da por no volver

o quizá nos dé por echar ancla en otro puerto
o por activar el mecanismo de una huida
o por sentir que no sentimos nuestras dudas
y dejarnos de la mano del azar y de la vida


dime que estarás allí conmigo
y dime que no es una mentira

sábado, 24 de abril de 2010

Desde arriba



Darse cuenta no es suficiente, cambiar el rumbo precisa otro esfuerzo. Existir no es lo mismo que resistir, ni mucho menos; pero ahí andamos. Manteniendo el tipo contra el viento, aguantando la mirada ante dragones furiosos y, como poco, templados. No hay que conceder ni medio milímetro a la duda, pero sólo el pensar que debemos estar alerta es una señal suficientemente clara de que algo anda mal.
Buscar otras lunas es maldecir a la noche. Lo que nos dice el cielo a veces es puro desorden, y el viento sigue sin parar. Estos últimos días las nubes me han enseñado las saludables propiedades de la hipnosis y me engancho al aire para poder ver desde arriba el cuento del revés. Puede que me equivoque, pero tiene que haber otro tipo de luz tras el silencio de este horizonte.

jueves, 15 de abril de 2010

Días laborables

Me entristece salir a la calle y mirar y no ver más que cosas feas, o paredes sucias, o caras tristes, o paisajes de hormigón, cables eléctricos y humo. Los caminos no me llevan a ninguna parte, porque nada acaba donde quiero sino donde el reloj y el contrato-cárcel me dirigen. Yo no paseo. Rara vez miro al cielo. No soporto cruzarme con malos modales. Y me estorban enormemente los charcos de arena pisoteados, porque la lluvia está sucia cuando el madrugar me duele. Es inevitable, las aceras son horribles a las siete de la mañana, cuando mis pies se arrastran hacia otro día igual que el de ayer. No encuentro nada que me despierte o me haga mover la boca en forma de cosquilla. Nada me espera al otro lado, todo va ser lo mismo. Y repito cada día, y espero a que la semana se agote mientras sueño con la libertad del quinto día por la tarde. Y vuelo de reojo, buscando otro trozo de carne que tenga la tristeza que conozco, pero nada. No encuentro nada. Ni una señal de vida humana para mis manos heladas, ni un roce de miradas para estas pestañas que pesan y hieren las ojeras haciendo surcos para las lágrimas. Dentro de poco será peor, porque el verano traerá a un agosto cansado con ganas de más libertad, y costará subir la cuesta hasta llegar al mes de las mañanas sin despertador. Pero sólo por eso lo volveré a intentar mañana, por eso y por ver si por fin encuentro esa otra lágrima buscando miradas.