Mónica, lo siento mucho, no me guardes rencor.
Esta mañana me han sorprendido las voces de la calle, he despertado de golpe y no poco a poco, como me gusta, como suelo renacer los sábados. Los sonidos se han enmarañado conmigo, bajo las sábanas. Y en mi habitación la luz entraba por el ojo de buey de la puerta formando esa luna llena tan llena. Me he sentido perezosa y no he querido salir de esta habitación coraza, y he pensado que hoy debería estar en otra parte, en otro lugar, en otra ciudad. He sentido alivio por estar sola y tranquila y remolona; pero también me ha dado rabia por no haber dado el paso, por los miedos que se comen mis horas, por los días que pierdo al hacer caso a unas fobias amargas e inútiles, por no tener valor. He pensado mucho en eso, y que justo esta noche tiene una hora más, una hora más para reprocharme la cobardía y para intentar convencerme de mi error, aunque no habrá manera, a estas alturas de la película ya me conozco. He intentado buscar una cura, y una tostada de mermelada de fresa ha sido la solución: lo amargo de un café con lo dulce de la mermelada, no ha curado, pero me he sentido mejor. Y han ido pasando las horas y cada vez está más cerca la noche, una noche que se hará inolvidable en Gavà. Lara y su voz y sus versos y sus palabras. Benítez Reyes que os dirá que la vida tiene un precio que no puedes pagar continuamente, ojalá os haga esa Advertencia. La voz de Paco y sus preciosas canciones, igual esta noche os regale una nueva (qué envidia). Y Chaouen, que puede que se vista de domingo y puede que lleve bajo el brazo su nuevo disco, y os dará la poesía, se le escapa a borbotones.