martes, 19 de enero de 2010


Resulta que hay partes de la tierra en que los edificios bailan cuando el viento sopla fuerte. Y no es nada nuevo, pero a veces el viento sopla demasiado fuerte. Es entonces cuando más se ven los dolores de las grietas de los que no tienen nada, y por las rendijas de la miseria se cuelan todos los canales de televisión. Parece ser que ese lugar no está demasiado lejos, apenas un viaje de avión, pero uno siente que aquel paraíso descendiente del infierno es ficción, parece imposible compartir siquiera la misma capa atmosférica, cúmulos o el mismo dios. Entonces estalla una tormenta de arena que te ciega los ojos pero te hace ver con total claridad, completa nitidez en los cristales de las gafas de lejos. Porque aquí, mientras perdemos un trozo de vida al quedarnos sin batería en el móvil; allí, sólo un abrazo vestido de rojo puede salvarte.
A veces no me siento habitante del mundo en que vivo.

1 comentario:

Marian dijo...

Y como no hay nada, pero nada que añadir a los que tan maravillosamente has escrito, sólo me queda decir que yo tampoco me siento habitante de este mundo algunas veces.

beso