
Y la noche tuvo sus nombres, porque las noches sin nombre son de otro color. Pero sí es cierto que aquello se llenó de nombres, de rostros, de sonrisas y aplausos. Y de canciones. Canciones que no terminan porque se quedan flotando sobre nuestro estupor. Canciones llenas de metralla y a bocajarro. Canciones dulces como bocados de vida, tristes como un verano sin amor. Canciones vértigo y canciones dolor. Sin prisa y con pausas... Canciones canciones canciones...Canciones nuevas y bellas; Salud por las canciones. Canciones que no pueden quedarse en los huesos, encarnadas, llenas de peso. Pero... tengo la sensación de que ya conté este cuento...
Lo que no sé si he contado es que la culpa de todo esto la tiene un tal Paco Cifuentes.
2 comentarios:
La última vez que supe de ti fui yo la espectadora del concierto.
Ahora que he saltado a la blogosfera te seguiré la pista por aqui.
Besos y música,
Jara
¡¡Anda, Jara, qué sorpresa!!
Cierto, aquel concierto que viste tan bien acompañada. Canciones, pendientes y nubes... si no recuerdo mal.
Yo también seguiré esa piedra tuya bañadita de sol.
Besos.
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