jueves, 28 de agosto de 2008

Una palabra tuya


Hace tiempo y de alguna extraña manera, me marcó la historia de aquel chaval que al abrir una lata de berberechos rompió el futuro de varias personas. El chaval era el protagonista de un libro; El otro barrio, y la autora era Elvira Lindo, qué más se puede decir.

Al tiempo, sin pretenderlo realmente, tropecé con Una palabra tuya, un libro con la historia de dos chicas que, de manera casi involuntaria, deciden juntar sus soledades. Y me resultó una historia preciosa y cruda y triste y alegre y bien propuesta y bien contada.

Y un día llega Ángeles González-Sinde y nos trasforma aquella maravillosa historia en una gran película. Porque es increíble que ciertos momentos de la película me resulten tan abrumadoramente duros teniendo en cuenta que ya los conocía. Increíble cómo acierta eligiendo a Esperanza Padreños; tan delgadita, tan tímida, tan poquita cosa, para el papel de Milagros; tan gorda, tan exuberante, tan desvergonzada tal y como Elvira Lindo la trajo al mundo. Con las primeras noticias que leí respecto al reparto, reconozco que no me encajó esta elección, y ahora la alabo. Malena Alterio, espectacular.

Una película tan tierna como dura, tan devastadora como real. La crudeza de las situaciones que a las protagonistas les toca vivir, o eligen vivir, te hacen encoger el corazón a cada segundo, igual que son capaces de arrancarnos las risas sin más.

Parece que las protagonistas se pregunten "cómo romper con el pasado sin destrozarnos el futuro", y esto lo hacen en Una palabra tuya. Rosario y Milagros, Malena y Esperanza, cada cual lo intentará a su manera.

…una palabra entonces, una sonrisa me bastan…

Sólo una pega, El Casar está en Getafe, no en Fuenlabrada. Alguna razón habrá para habernos juntado y hermanado así, de esa manera, a dos pueblos del sur de Madrid. Digo yo.

No la dejes pasar, que no se quede de paso esta película.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Yo también sé gritar. Podría, si quisiera, escupir palabras que te hiriesen, podría hacerte reproches capaces de partirte el alma en dos. También podría conseguir que te sintieras pequeño, insignificante, la cosa más diminuta del planeta. Sé cómo hacerte temblar, pero no como antes, como aquellos temblores que compartimos cuando los cuerpos se nos derretían de deseo, no; me refiero a hacerte temblar de miedo. Y sé cómo podría transformar tu maldad y tu rabia en pequeñas lágrimas resbalando por tu arrepentimiento. Yo no soy todas esas cosas horribles que dices, no lo soy, ahora sólo tengo que convencerme de ello: no lo soy… no lo soy… no lo soy… Ojalá no tuviese miedo, ojalá tuviese valor. Este tiempo oscuro, esta nube espesa tiene que pasar, tu suerte tiene fecha de caducidad. Quiero celebrar con todas mis ganas tu caída, quiero verte caer, quiero verte revolverte en tu dolor, quiero verte llorar hasta que se te sequen los ojos, quiero…

El tintineo de unas llaves irrumpe en la cerradura, la voz de su enemigo traspasa sus tímpanos: “Ya estoy en casa”, y esas palabras, como un animal herido, le arañan el alma. En un acto comprensible y reflejo todos los músculos de aquella mujer entran en tensión. Sólo acierta a decir: “Hola, qué tal el día, qué quieres que te prepare para cenar”.

martes, 12 de agosto de 2008

Si se callase el ruido

Antes de ver la luz "Sueños de un hombre despierto" último disco de Ismael Serrano, en su web publicaron el título de las canciones. Y todo partió de la idea de hacer escritos sobre los temas antes de poder escuchar cada canción. Yo escogí Si se callase el ruido. Y hoy rescato lo que escribí.





Hay una bomba que revienta los tímpanos de los sueños de los hombres despiertos.

Hay un disparo que apuntala el odio y lo hace crecer hasta convertirnos en enemigos.

Hay una grito que nace de la debilidad del silencio. Y un silencio que muere de un grito.

Hay una palabra que quiere ser palabra pero sólo es un ladrido.

Hay un rumor de olas haciendo añicos la popa de las pateras.

Hay un trueno que se burla de las grietas de las manos que trabajaron en esas cosechas echadas a perder.

Hay una excavadora que nos pasa por encima con la falsa coartada de buscar un tesoro en el centro de la tierra.

Hay un secreto en voz alta fabricando insomnes, culpables y arrepentidos.

Hay un arañazo inevitable en los destellos de las sirenas que naufragan en el centro de cada gran ciudad.

Hay un tercer mundo que clama al cielo un rezo que rebota en nuestros estómagos llenos.

Hay un despertador que nos abrasa de rutina.

Hay un llanto del pasado que se nos clava en lo más profundo del alma y no nos deja en paz.

Hay un estrépito de lágrimas en la cicatriz de cada mujer herida.


Si se callase el ruido. Si pudiera sonar en el cielo una nana.
Si existiese una canción común para llenarlo todo de calma.
Si nos pusiéramos de acuerdo. Si nos quitáramos la rabia.
Si soñáramos despiertos. Si no nos quedásemos dormidos.
Si por una vez, sólo por una vez, se callase el ruido.

viernes, 8 de agosto de 2008

Otoño

Con todo el calor, con la ropa de menos, con el sudor, con el cansancio, con aparcamientos por todas partes, las carreteras vacías y las imágenes del mar en el telediario. Así se supone que estamos; en verano. En mitad de un verano sofocante y cabrón. Pero yo me siento Otoño, como aquella chica de la canción. Como si se me fueran cayendo partes, como ir dejando gotas de mí en el camino, como mis huellas… que son mis ojos y mis hojas. Soy otoño. Soy días de otoño, son días extraños. Soy el otoño más grande del mundo, el más triste, el menos soñado. Y me caigo.


(foto: Alexia Méndez)


Son mis lágrimas esas estrellas de la noche de septiembre, cuando sabes que todo se ha acabado. Y yo sólo quiero tener calor, comer helados, enamorarme y hacer las cosas que se hacen en verano. Pero soy más otoño que nunca. No es justo. Así no vale.

martes, 5 de agosto de 2008

Da igual donde me esconda…
siempre llegas;
llegas y arrasas,
arrasas aunque haga del pecho un muro,
de las manos corazas
y use las uñas como arma blanca.

Llegas
y revientas la calma,
inundas los pulmones,
me aprietas la garganta,
desgarras la fuerza
haciendo de la luz
un túnel de miserias.

Da igual donde me esconda…
siempre llegas.

Sólo el verde de las ventanas
me hace sentir un poco de valor,
saber que puedo hacerte desaparecer
cuando quiera,

o cuando pueda.

Da igual donde me esconda…
siempre llegas.