miércoles, 25 de noviembre de 2009

El invierno abre sus ventanas al frío
y mi soledad tiembla al saber
que el camino guarda una gris nostalgia,
que este cielo oscuro sólo traerá reproches,
que todo tiene un precio,
que las calles, heladas, surcan silencios olvidados
y que a la decepción hay que llamarla por su nombre.

Los árboles, que en otros tiempos alumbraron,
hoy son los tristes reflejos de otras vidas,
o quizá la intuición de nuestra propia muerte.

La vida siente la derrota en sus huesos
de igual manera que mis huesos sienten el frío,
y las noches cierran la puerta con llave
a esos sueños que quedaron colgados
en los pasillos del miedo
o de un amor.

La esperanza, gélida como una idea sin voz,
avanza con sumisión hacia un sucio abismo,
haciéndome ver que el futuro
es la tristeza que cabe en una lágrima,
o el silencio que aulla en un vagón.

3 comentarios:

Marian dijo...

Acabo de llegar a casa y la calle estaba muy triste, no sé... y después de leerte me voy a la cama un poco plofff.

Siempre precisa.

un abrazote

(me quedo lo de "y que a la decepción hay que llamarla por su nombre". Estos días trato de camuflarla pero sí, es decepción lo que siento)

ILSA dijo...

Hoy sé que ya estás mejor, al menos eso me dicen tus calles.

Bessoooossss

Marian dijo...

Bueno... digamos que he estado dos días volando y cuando he vuelto a las calles, las he mirado con otros ojos.

:)

Besos de vuelta, guapa!