jueves, 26 de noviembre de 2009


Se dejó caer como si todo hubiera acabado. No pensó en que el final todavía tenía varias opciones. Cerró los ojos y luchó contra la cremallera de jersey. Sentía un punzante ahogo en la garganta. Escuchó su respiración con tanta atención que parecía que aquel único sonido estaba a punto de enmudecer. No era capaz de escuchar el ruido de las sirenas. No sentía como se acortaba la distancia entre su dejadez y las sombras que le seguían. Ni siquiera el golpe de la lluvia o la insolencia de un rayo de sol desmedido le sacaron del trance. No sentía las manos, imposible sentir el frío metal de las esposas en las muñecas. Cuando todo acabó, sólo hubo una cosa que le acercó al mundo; la hierba. La hierba mojada. La humedad del suelo recorriendo su espalda de una punta a otra. Sólo la hierba le devolvió a la vida. Tan blanca, tan en calma, que olvidó el significado de la palabra reja.

2 comentarios:

AdiosTristeza dijo...

¡Qué bonito Ilsa! Un placer leerte, seguiré pasándome por aquí. Y siempre sabré como te encuentras a través de tus palabras.
Un beso.
AT

ILSA dijo...

Ay, qué bien!! Lo que aprende una en las despedidas. Conociéndonos a nuestra edad.

"havísame"... de las "haches" digo.

Besos...